Si amas el surf, este año tienes que mirar a El Salvador.
No es una opción. Es una obligación.
Porque aquí no se habla de surf. Aquí se vive.
Y cuando digo se vive, me refiero a que cada ola parece una invitación personal a que dejes todo y te tires de cabeza.
El ISA World Longboard Championship 2025 no es un campeonato más.
Es la confirmación de que El Salvador va en serio.
¿Te suena eso de «Surf City»?
Pues no es marketing barato. Es la pura verdad.
Este país no para, eventos mundiales, olas brutales, surfistas felices, y un ambiente que te hace olvidar que existe el resto del mundo.
¿Quieres olas perfectas? Las tienes.
¿Quieres calor humano? Aquí sobra.
¿Quieres ver longboarders hacer magia sobre el agua? Bienvenido a casa.
Prepárate, porque lo que está pasando en El Sunzal no es normal.
Es histórico.
Y todavía queda mucha historia por escribir.
Aquí no te venden humo.
En El Salvador te venden olas. O mejor dicho, te las regalan.
Este país decidió apostar todo al surf.
¿El resultado? Un paraíso donde las tablas son casi religión.
No paran de montar campeonatos. De todos los colores, de todas las categorías.
Mundiales, regionales, juveniles… hasta el perro del vecino parece que surfea ya.
¿Sabes por qué?
Porque han entendido algo que otros no:
El surf mueve el alma, mueve la economía y mueve al mundo.
Y mientras otros dudan, El Salvador construye.
¿El Sunzal? Es su joya de la corona.
Una ola larga, noble y brava a la vez.
Una ola que no te la cuenta nadie: la tienes que vivir.
Hay olas buenas.
Y luego está El Sunzal.
No es que sea buena.
Es que parece creada por un diseñador de sueños para longboarders.
Larga. Consistente. Suavecita cuando quieres, poderosa cuando te emocionas.
Ideal para caminar hasta el nose como si fueras un equilibrista.
Ideal para clavar maniobras clásicas de las que te sacan sonrisas de oreja a oreja.
La ola del Salvador es brutal. BRUTAL, con mayúsculas.
Es una ola buenísima para longboard, para hacer lo que te dé la gana sobre la tabla y salir del agua sintiéndote un dios.
No te lo imagines.
Ven a vivirlo.
Te lo digo fácil:
Porque tienen las olas, la pasión y la cabeza bien amueblada.
Mientras otros países ponen trabas, aquí ponen alfombras rojas a los surfistas.
Mientras otros ven el surf como un deporte, aquí lo ven como cultura, como oportunidad, como vida.
Buen clima todo el año.
Olas constantes como latidos.
Seguridad.
Gente que te abraza sin conocerte.
¿Quieres otra razón?
Aquí cada campeonato es una fiesta.
Cada serie es una celebración.
Cada ola es un regalo.
El Salvador no está en el mapa del surf.
Está tatuado en el corazón del surf.
Primer día de campeonato.
Cielo despejado.
El Sunzal rugiendo.
Surfistas con la adrenalina disparada.
No podía arrancar mejor.
Olas limpias de cuatro a seis pies. De esas que ves y dices: “Hoy no me saca del agua ni Dios”.
La ceremonia de apertura fue un fiestón: banderas, sonrisas, música que te sacudía el alma y la tradicional ceremonia de las arenas del mundo que pone la piel de gallina.
143 atletas.
44 países.
Y un único objetivo, comerse la ola viva.
Y claro, siempre hay quienes vienen a morder fuerte.
Rafael Cortez (Chile): metió un nose ride de escándalo y le cascó un 7.50 al marcador. Imparable.
Surfiel Gil (Argentina): elegante, sereno, dueño del ritmo del agua.
Julian Schweizer (Uruguay): puso a su país en lo más alto, con estilo y sin pedir permiso.
Y no nos olvidemos de Lucas Garrido Lecca (Perú).
Volvió después de años y soltó un 7.67 como si no hubiera pasado un solo día fuera de competencia.
¿Te das cuenta?
Aquí no se gana con suerte. Aquí se gana con arte, con técnica y con olas que no perdonan.
Mientras en otros lados inauguran eventos con discursos soporíferos, aquí la rompieron.
Fiesta de verdad.
Sonrisas de verdad.
Y surfistas que apenas podían esperar para tirarse al agua.
Debutaron países nuevos: Noruega, Polonia, Tahití y Tailandia.
Nuevas banderas, nuevas historias, misma pasión.
Fernando Aguerre, el jefe de la ISA, lo dijo clarito:
“El Sunzal tiene algunas de las mejores olas de longboard del mundo”.
¿Y sabes qué?
No exageró ni un pelo.
Aquí las olas no se explican.
Se viven.
Se sienten en los huesos.
Un campeonato así no solo mueve tablas sobre olas.
Mueve hoteles llenos.
Mueve restaurantes que no dan abasto.
Mueve guías turísticos, transportes, artesanos… Mueve un país entero.
¿Sabes lo mejor?
Que este no es un turismo cualquiera.
No vienen hordas de turistas irrespetuosos.
Vienen surfistas.
Gente que cuida, que respeta, que ama la naturaleza como tú amas tu tabla favorita.
Cada dólar que entra se queda en manos de locales.
Cada sonrisa que ves es real.
Cada historia que te llevas es un recuerdo para toda la vida.
El surf cambia la economía.
Pero sobre todo, cambia la energía.
Y eso, mi amigo, no lo compras en ningún lado.
Cuando ves todo esto en vivo, entiendes.
Entiendes que aquí no hay casualidades.
Hay compromiso.
El Salvador vive el surf.
No lo promociona, no lo adorna. Lo siente. Lo respira.
Cada campeonato mundial que organizan no es para la foto.
Es para demostrarle al mundo que su ola, su gente y su espíritu son más grandes que cualquier marea.
¿Quieres surf?
¿Quieres olas de verdad?
¿Quieres sentir que formas parte de algo grande?
El Salvador te espera.
Y no tardes mucho.
Porque las mejores olas, como las mejores oportunidades, no esperan eternamente.
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